Antonio, un pintor de 39 años, sufre alergia a los ácaros y eso le impide realizar bien su trabajo. Su única esperanza reside en el periodo vacacional, en el que se aleja del polvo de las casas en las que pinta y consigue respirar aire fresco.

“Solo me considero una persona normal cuando estoy de vacaciones. Desde pequeño soy alérgico a los ácaros, pero nunca he tenido grandes problemas ni asma. A veces, si me ponía alguna prenda de vestir que hubiese estado guardada, comenzaba con estornudos, pero se me pasaban con pastillas.

Trabajaba en una oficina, pero ahora me he tenido que poner a pintar casas. Nunca imaginé que eso afectase tanto a mi salud. Cuando entro en una casa donde se han movido los muebles, comienzo a tener tanta mucosidad en la nariz y estornudos que mi cabeza parece estallar. El lagrimeo es tan fuerte que a veces no veo lo que estoy pintando.

Mi compañero dice que siempre estoy enfermo cuando trabajo y le cuesta entender que es el polvo el que provoca mi problema.  Además, el olor de algunas pinturas me produce tos y tengo la sensación de que en mis pulmones no entra todo el aire que necesito.  

Me siento cansado y voy más lento en mi trabajo que mi compañero. Quizás piense que soy un vago, pero realmente es que no puedo ir más rápido. Utilizo mascarillas para protegerme, pero son muy incómodas y cuando hace mucho calor no las aguanto. Sueño con los días de descanso y las vacaciones como la única posibilidad de estar bien y respirar aire fresco”.