El consumo de alimentos procesados, las carencias nutricionales por una mala dieta o la presencia de sustancias tóxicas en el aire son factores externos que pueden desencadenar una intolerancia
Fuente: www.hola.com
En la última década, las intolerancias alimentarias se han duplicado. Esto se debe a que, además de una serie de componentes genéticos, existen factores ambientales y externos que pueden promover y desencadenar el rechazo a determinados productos por parte de nuestro organismo. El alto consumo de alimentos procesados, las carencias nutricionales por una mala dieta, la composición de algunos preparados o la presencia de sustancias tóxicas en el aire pueden ser algunas de las causas que originen el problema. Este notable aumento que se ha producido en los últimos años ha provocado que se ponga más el foco en las reacciones alimentarias y en los síntomas que nos alertan.
Trastornos gastrointestinales y patologías dermatológicas
Los síntomas gastrointestinales son los más frecuentes y se manifiestan en forma de hinchazón, gases, reflujo, dolor, estreñimiento, diarrea… Además, una intolerancia alimentaria no diagnosticada puede estar relacionada con la obesidad. También son habituales las patologías dermatológicas, como acné, erupciones o psoriasis, así como la aparición de otros problemas en la piel como eczemas, picazón o urticaria, cuando el organismo tiene una reacción adversa hacia un alimento, que no digiere y asimila en parte o en su totalidad.
Problemas neurológicos y trastornos
Ante una intolerancia también pueden surgir problemas neurológicos, como vértigo, mareo, dolor de cabeza o migraña. En cuanto a las alteraciones psicológicas, que pueden aparecer en caso de ‘rechazo’ a algún alimento o grupos de alimentos, los más comunes son ansiedad, letargia, depresión, fatiga e hiperactividad, especialmente en niños.
Alteraciones musculares y reumáticas y molestias respiratorias
El cansancio, los dolores articulares, la artritis, la artrosis y hasta la fibromialgia, una enfermedad que se caracteriza por un dolor muscular crónico, acompañado de sensación de fatiga, son síntomas propios de las intolerancias, cuando le damos a nuestro cuerpo un alimento que no consigue metabolizar. También se pueden manifestar afecciones respiratorias como asma, rinitis, sinusitis o dificultad respiratoria.
No obstante, en la mayoría de los casos, con un diagnóstico adecuado y la eliminación de los alimentos que no se toleran, se consiguen mejorías significativas de los síntomas y se puede llevar una vida completamente normal.
Intolerancia vs. Alergia
Es importante aprender a diferenciar intolerancia y alergia, dos conceptos fáciles de confundir. Las intolerancias, que tienen síntomas más difusos y moderados, “surgen debido a alteraciones metabólicas que impiden que el intestino absorba determinados tipos de nutrientes, lo que puede provocar diarrea o dolores tipo cólico”, indica el doctor Luis Echeverría, coordinador del Grupo de Trabajo de Alergia Alimentaria de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP). Las alergias alimentarias, según explica el experto, se deben a alteraciones del sistema inmunológico que reacciona ante alimentos con síntomas que van desde los digestivos a los respiratorios y cutáneos. Luis Echeverría incide en que una intolerancia alimentaria no puede producir la muerte ya que no desencadena una anafilaxia (reacción alérgica grave), algo que sí sucede si se sufre alergia a un alimento. La leche de vaca, el trigo y la clara de huevo, debido a su composición proteica más compleja, son algunos de los alimentos que mayor rechazo generan en nuestro organismo.