La anafilaxia, tal como define la World Allergy Organization (WAO), es la manifestación más grave de una alergia y puede poner en riesgo la vida del paciente.
Fuente: gacetamedica.com
La anafilaxia, tal como define la World Allergy Organization (WAO), es la manifestación más grave de una alergia y puede poner en riesgo la vida del paciente.
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La anafilaxia se considera una de las manifestaciones agudas (un síntoma) de diversas enfermedades crónicas como son la alergia a alimentos o a venenos de himenópteros (abejas/avispas).
La prevalencia de alergia alimentaria se estima que se sitúa entre el 1-3% de la población general, alcanzando cifras del 8% en la población pediátrica, y su incidencia se ha incrementado en los últimos 10 años, sobre todo en niños. Considerando que globalmente el 30% de las anafilaxias son de causa alimentaria, que hasta el 40% de los pacientes con alergia alimentaria presentan una anafilaxia como manifestación clínica, y que los alimentos son los que se relacionan con mayor tasa de recurrencia de anafilaxia, podemos afirmar que se trata de un problema de salud a considerar.
En la historia natural de la alergia alimentaria podemos observar diferentes situaciones, que van de la persistencia de la alergia a lo largo de la vida del individuo, al incremento de la gravedad de las reacciones con un mismo alimento, hasta la aparición de nuevas alergias alimentarias. De forma más excepcional, principalmente en niños, la alergia puede llegar a desaparecer.
Los alérgicos a alimentos presentan grandes dificultades para evitar los desencadenantes de sus reacciones por diversos motivos. Por un lado, con frecuencia se presentan alergias a múltiples alimentos, por otro, muchos alérgenos alimentarios pueden estar ocultos en productos procesados, ya que muchos de ellos no son de declaración obligatoria. Este es el caso de nuestra población, con un gran porcentaje de alérgicos a frutas y alimentos vegetales, la mayoría de los cuales no hay obligación de declarar. Además, los alimentos pueden estar contaminados con otros alimentos aparentemente seguros, hecho que puede producirse durante su manipulación, por ejemplo, en centros de restauración o comedores escolares.
Múltiples estudios han demostrado que los pacientes que han sufrido una anafilaxia, así como sus cuidadores, tienen una peor calidad de vida. De hecho, los adolescentes y las madres de niños con anafilaxia son poblaciones que sufren especialmente el impacto de esta enfermedad.
La adrenalina es el medicamento de elección en el tratamiento de la anafilaxia. Considerando que la anafilaxia es una reacción muy grave y evoluciona muy rápidamente, es de vital importancia que los pacientes reciban el tratamiento lo antes posible. Por este motivo, las guías de práctica clínica nacionales e internacionales recomiendan que los pacientes dispongan de autoinyectores de adrenalina.
La prescripción de un autoinyector debe realizarse en cualquier paciente que haya sufrido una anafilaxia. Además, se debería prescribir en ciertos pacientes que, pese a no haber presentado previamente una anafilaxia, si presentan comorbilidades que incrementan el riesgo para desarrollar una anafilaxia grave, como el asma (grave o inestable) o la mastocitosis. En algunos individuos con antecedente de reacciones leves- moderadas y alergia a alimentos que se han relacionado con un alto riesgo de anafilaxia (cacahuete, marisco…), y aquellos que, pese a no haber presentado una reacción anafiláctica, tengan un difícil acceso a un centro sanitario, también serían tributarios de portar un autoinyector de adrenalina.
Sin embargo, el uso de autoinyectores de adrenalina está poco generalizado, incluso en aquellos pacientes que han presentado una anafilaxia, ya que, por lo general, no se produce un diagnóstico adecuado de esta patología crónica. Así, los datos actuales son preocupantes,
ya que solo alrededor del 45% de los pacientes recibe una prescripción de adrenalina al alta tras haber sufrido una anafilaxia, y apenas un 20% son derivados a un especialista en alergología para ser evaluados y realizar el seguimiento de su enfermedad.
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